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avispa, cabezón, cacto
Lo que pasó fue que cuando llegué a la casa estaba entrando al tiempo que yo un ancianito con una caretilla repleta de cosas indiferenciables, y mientras yo entraba por la puerta, el viejo pasó misteriosamente al patio de atrás, asunto que me motivó a seguirlo, viéndolo ofrecerle no sé qué cosa a la dueña de casa, que me miró con cara de que era probable que necesitara mi ayuda para quizás qué, así que me metí a mi pieza con los oídos atentos, la cabeza dispersa y la mirada inmóvil cuando la escuché pedir mi ayuda: me asomé donde el cabezón, le dije que estuviera atentísimo, que era importante, ajá, sí, llegando ella me dice que saque al abuelito de ahí: yo lo tomo por los hombros, lo empujo hacia el portón recibiendo patadas en mis canillas, dolorosas patadas en mis rodillas, fuertes patadas en mis muslos.
-¡Felipe!
Y llega el cabezón, asomándose detrás de una pared de la casa al patio de atrás, viendo la situación, tres grandes trancos, uno para el impulso, un salto súperheroico, puño izquierdo al frente en vuelo directo a la cabeza del tata, a su mentón derecho, cabeza descolocada, azote contra la pared, el cabezón revolcado en el piso, rápidamente sucio, estrepitosamente sangre, gritos, el cabezón de pie, inmundo perfecto, rápido, el viejo a la calle.
Primer plano a la mano superheroica del cabezón volando al mentón del tatita. Primerísimo primer plano a los nudillos superheroicos del cabezón. Detalles de como si se viera el aire siendo echado a un lado por la piel cabezona. Superheroicos pormenores de la piel anciana casi abierta por el vuelo.
Y después con el cabezón nos recagábamos de la risa recordando el vuelo, el salto, el zoom a sus pies despegándose del suelo, la imagen del cabezón volando con el puño izquierdo, visto de frente, o desde arriba, o desde abajo. El cabezón y yo recagándonos de la risa en el asiento de atrás de un auto nuevo, con el foco en el puño, en la cara, en el puño, en la cara. Recagándonos de risa.